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Segunda Época | Mes Enero/2018 | Año 4 | No. 34

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El cementerio viejo

José Carbonell Alard

El primero en Cuba

Diana Iglesias Aguilar

Propiedad del cementerio San Juan

MSc. Ludín B. Fonseca García

Un espacio viejo en un lugar nuevo

Mónica María Ramírez Aguilar

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El cementerio viejo

José Carbonell Alard

Fue el primero de Cuba, y el de América –rompiendo seculares costumbres-, el bayamés de San Juan Evangelista, que funcionó hasta 1919.
En los primeros siglos de la conquista era hecho arraigado efectuar los enterramientos en los templos. Tradición familiar imperante nacida de la devoción religiosa enraizada en la inmensa mayoría de los sectores de la población. Iglesias y conventos dejaron para la posteridad las huellas de sus nichos.
Así, tenemos que generaciones nuevas han contemplado en los antiguos conventos de San Francisco y Santo Domingo, actualmente escuela Manuel Ascunce Domenech y Sectorial Provincial de Educación, como en la prístina iglesia de Nuestra Señora de la Luz, restos de esas catacumbas.
La superstición, nacida de la ignorancia predominante en América, sobre todo en la composición social de nuestro pueblo, mezcla de lo indígena, español y africano, hizo ardua y tenaz la lucha del obispo de Cuba, doctor José Joaquín Oces y Alzúa, empeñado en romper esa costumbre clerical en cumplimiento de la Real Orden del 27 de marzo de 1797, y Real Despacho de 6 de noviembre de 1798, que autorizaba la necrópolis a campo abierto.
Tocó al vicario de Bayamo, doctor José Antonio Dimas Cuevas y Oduardo, ser el primero en hacer cumplir aquella Real Orden al notificar el 8 de febrero de 1798, que en la villa de Bayamo se habían concluido las obras del cementerio de la iglesia auxiliar San Juan Evangelista. Anteriormente había quedado inaugurada el 5 de enero del propio año y bendecida “como dispone el Ritual Romano”… y que así mismo se hicieron funciones con oraciones fúnebres a beneficio de las almas del purgatorio. Luego para despejar dudas enfatizaba “…y para que quede cierto de su puntual conclusión, incluyo en esta los adjuntos mapas que lo acreditan”.
Un año más tarde el propio Vicario notificaba su total conclusión el 20 de septiembre de 1799.
Por su orden el de la primera villa de San Salvador de Bayamo fue el primero. El segundo, el de La Habana por iniciativa del obispo, doctor Juan José Díaz de Espada y Landa. El tercero, construido por el arzobispo, doctor Mariano Rodríguez de Olmedo y Valle en Santiago de Cuba, en febrero de 1828.
Destruida la iglesia de San Juan Evangelista por el incendio revolucionario el 12 de enero de 1869, su vieja torre quedó en pie, siendo utilizada como pórtico del Campo Santo.
En los primero años de la década del 40 fue demolido para ampliar las calles de José Martí y Capotico. Se construyó también al fondo un parque que restaurado años más tarde se le llamó Retablo de los Héroes, en el que se encuentra el mausoleo de Francisco Vicente Aguilera.

*Tomado de: Estampas de Bayamo libro escrito por José Carbonell Alard, pp:14 y 15.

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El primero en Cuba

Diana Iglesias Aguilar

Se dice, errata no revertida, que el primer cementerio a cielo abierto en Cuba fue otro, no el bayamés, como en verdad lo atestiguan los amarillos pergaminos que aún se conservan en centenarias iglesias y del que han escrito prestigiosos investigadores, historiadores y periodistas.
Era costumbre enterrar a la aristocracia de la Isla dentro de las iglesias.  Inicialmente, fue en el perímetro santo, porque los templos que hoy conocemos fueron tan sencillos como la más campesina casa de tabla de palma y cobija de guano.
Al evolucionar la arquitectura en el archipiélago y comenzar en el siglo XVIII la edificación de palacetes, templos, iglesias y edificios de uso político, social, fueron los muros de aquellos templos religiosos los que guardaron de manera horizontal los cadáveres.
Los enterramientos extramuros se produjeron desde el siglo XVII, pero solo para los miembros de las clases media o baja de la sociedad, y los negros, que en la primera mitad del siglo XIX eran a razón de tres a uno por  habitantes de la isla, eran enterrados en los alrededores de las iglesias, cerca de las familias a las que pertenecían.
No se hacían los enterramientos en zonas propicias para la higiene ambiental. La negativa rotunda de la monarquía española de dar apoyo económico a los gobiernos locales para obrar, ponían a estos en una encrucijada en materia necrológica.
En la segunda villa de Cuba se enterraban sus hijos más ilustres en la parroquia principal, en los conventos de San Francisco y Santo Domingo, en las parroquias de Nuestra Señora de la Luz y en la San Juan Evangelista declarada esta última en 1702 como parroquia auxiliar, construida desde los años fundacionales de la villa. Estos sitios resultaron escasos con el incremento de la población y en época de epidemias.
Los hedores fétidos inundaban los templos, a veces era imposible caminar sin hacerlo encima de tumbas, y al desatarse el cólera o las fiebres epidémicas apenas se encontraba lugar para el descanso eterno, lo que dificultaba el oficio religioso y la salud de los feligreses.
Es el Obispo de Cuba Doctor Joaquín de Oces y Azúa el que se empeña en romper la costumbre clerical en cumplimiento de la Real Orden del 27 de marzo de 1797 y el Real Despacho del 6 de noviembre de 1798 que autorizan la construcción de necrópolis a campo abierto.
Toda ley venía de España, incluso la que dictaba qué hacer con los despojos humanos de tu propia familia. Así era de triste y duro el sometimiento de los cubanos a su metrópolis.
El tema había sido sugerido por el gobernador político y militar de Santiago de Cuba, acerca de construir cementerios aledaños a las iglesias que se encontraran en las afueras de los pueblos y ciudades. En Bayamo, la de San Juan Evangelista cumplía esos requisitos.
El Vicario de Bayamo, Doctor José Antonio Dimas Cuevas y Oduardo, será el primero en cumplir la Real Orden al notificar el 8 de febrero de 1798 que en la villa de Bayamo se concluyeron las obras del cementerio de la iglesia auxiliar de San Juan Evangelista.
Pasto de las llamas de la quema patriótica de Bayamo del 12 de enero de 1869, de San Juan Evangelista solo quedó su torre, que sería empleada en lo adelante como pórtico de la necrópolis.
Durante la década del 40 del siglo XX el camposanto fue demolido. Los osarios fueron exhumados y trasladados a una nueva necrópolis, y quedaron algunos dispersos en los límites del sitio, encontrados en los años sucesivos por los constructores empeñados en darle nuevas edificaciones al barrio.
Dos décadas antes, el concejal de Bayamo Juan José Oduardo, en agosto de 1923, se dispuso a construir un parque público donde antes fuera el Cementerio de San Juan y que llevara el nombre de Francisco Vicente Aguilera.
En la década de 1950, cuando llega la modernidad a la ciudad, se erige allí un monumento a numerosos patriotas de las guerras de independencia y una estatua majestuosa de Francisco Vicente Aguilera. Trasciende el conjunto escultórico con el nombre de Retablo de los Héroes, con un parque en derredor.
La Necrópolis que conocemos los bayameses es la ubicada en la zona norte de la ciudad, inaugurada en 1918 porque el de San Juan dejó de prestar servicios en 1919 y quedó  en esa década dentro de los límites de la urbanización.
En torno al terreno y la primera persona inhumada en la nueva necrópolis existen interesantes mitos analizados por el historiador de la ciudad Ludín Fonseca García, aunque bisabuelos y abuelos heredaron la leyenda de que fue el Registrador de la Propiedad, Elpidio Estrada, el donante del terreno y por infortunio, el primer usuario del camposanto.
Lo cierto es que el gobierno local de la época dispuso el terreno y Estrada, inhumado allí, mereció por los de su estirpe una estatua y una tumba marmórea que aún hoy impacta, ubicada a la derecha de la entrada principal.
Aunque el error permanece en libros y periódicos, y es imposible eliminarlos porque atesoran otras valiosas informaciones, se hace necesario que las más nuevas generaciones conozcan y confronten los hallazgos y certezas aún no reconocidas y se conforme una historia mucho más cercana a lo que en verdad aconteció, sin centrismos ni preferencias.

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Propiedad del cementerio San Juan

MSc. Ludín B. Fonseca García

La necesidad que tuvo el Ayuntamiento de utilizar el local en reconstrucción del cementerio San Juan Evangelista y los recursos económicos que aportó la Iglesia católica para su concreción provocó que en 1888, cuando el gobierno español decidiera definir el propietario de estos recintos, se estableciera una disputa entre ambas instituciones.
Para dictaminar se creó una comisión que tomó declaraciones de ambas partes y sus testigos. A favor del Ayuntamiento dieron su criterio Justo Lorente, fiscal municipal de la ciudad, Jesús Tirado, artesano, José Antonio Milanés y Céspedes, hacendado y Manuel Muñoz Cedeño, albañil y músico; por la Iglesia el vicario realizó un informe.
El propietario del cementerio se beneficiaría, en lo sucesivo, con el cobro de las rentas y obvenciones. Independientemente de que el propietario tenía que garantizar su mantenimiento, el cobro del impuesto de enterramiento significaba una entrada de dinero constante y seguro que ninguna de las partes estaba dispuesto a ceder.
Finalmente, se decidió por el Ayuntamiento que la necrópolis era de su propiedad. Una revisión de los alegatos demuestra que ninguna de las partes aportó las pruebas para determinar a quién pertenecía el sitio, las que exigían las Reglas á que deben sujetarse la construcción y administración de los Cementerios, dictadas en 1866.
En 1888 cuando se realizó el levantamiento para definir el propietario, no existían en la ciudad los archivos, ni de la Iglesia, ni del Ayuntamiento, por haber desaparecido con la quema del 12 de enero de 1869.
A pesar de ser un tema tan importante ninguno de los implicados realizó gestiones en archivos de otras ciudades como Santiago de Cuba o La Habana, que lo proveyeran de documentos que obraran a favor de sus demandas como propietarios. Sin embargo, ambos tomaron como prueba la información que aportaron vecinos de la ciudad, que en definitiva no jugaron ningún papel en el proceso de construcción.
En medio de esta problemática quien más se perjudicó fue la Iglesia debido a que la política gobernativa prevaleciente tendía a que la administración de los cementerios estuviera en manos de los Ayuntamientos. No obstante, esta legislación le permitía a la Iglesia su construcción, a partir de sus fondos y prevaleciendo su jurisdicción espiritual.
Ambas partes asumieron como elemento probatorio la propiedad del terreno. El vicario argumentaba que “el mencionado Cementerio ha sido en todo tiempo propiedad de la Iglesia, como lo prueba el haber sido construido á fines del siglo pasado (XVIII) contiguo á la misma Iglesia, que fué de San Juan Evangelista y en terrenos pertenecientes á esta Parroquia por su Prelado Diocesano”.
Los testigos del Ayuntamiento plantearon que “generalmente se ha tenido como una propiedad del pueblo ó sea del Y. Ayuntamiento […] porque está fundado en terrenos de los Egidos”.
La confusión en cuanto a la propiedad de la necrópolis surgió debido a “Que como dicho camposanto está limítrofe con la que fué Yglesia Parroquial de San Juan Evangelista al extremo de tener su entrada por la parte de la torre de dicha parroquial, y como los Sres. Curas Párrocos eran los que debían librar y libraban los expéditos para la sepelición de los cadáveres antes de regir la ley del Registro Civil, de ahí el motivo porque algunos podrán figurarse que la Yglesia tenga participación en ese Cementerio”.
Argumentaba la Iglesia que la duda había surgido porque “el Mcpio, aprovechándose quizás de los desordenes de la insurrección (1868) y de la época triste de la epidemia colérica y últimamente de la imposibilidad por parte de la autoridad Eclesiástica para desempeñar con entera libertad su cargo en aquel período de conflictos haya ocurrido desde entonces manteniendo en su poder la llave y desatendiendo las reiteradas reclamaciones que en diferentes tiempos y fechas se le han hecho por la autoridad Eclesiástica”.
Para dar autenticidad a la propiedad del cementerio, la Iglesia argumentó: “Por último haré mención de un hecho, entre otros muchos, que por sí solo prueba de un modo evidente que el Cementerio de esta ciudad denominado “San Juan” es una propiedad legítima de la Yglesia y que la Yltre. Corporación así lo creyó cuando en una ocasión que por no estar muy lejana acordará, elevó una instancia, que fué favorablemente acojida y decretada, pidiendo la superior licencia para construir un nuevo Cementerio”.
De nada le valieron a la Iglesia las explicaciones. Lo cierto es que en la política española se había producido un cambio con respecto a la institución religiosa. Después de vivir revoluciones burguesas había sido despojada de los privilegios que había gozado en la sociedad feudal española hasta el siglo XVIII. Ahora de lo que se trataba era de poner punto final a un proceso que se extendía ya casi por un siglo y que estaba referido a la propiedad de los cementerios y al cobro de impuestos por sepeliciones. Los argumentos expuestos por el vicario de Bayamo, a pesar de estar basados en las mismas fuentes que los del Ayuntamiento, el recuerdo y la tradición oral, no estaban en condiciones de invalidar lo que ya constituía una política del gobierno español.

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Un espacio viejo en un lugar nuevo

Mónica María Ramírez Aguilar

Tal vez pase desapercibido ante las personas. Se ha convertido en un parque con árboles frondosos donde los padres llevan a sus hijos a jugar, los amigos conversan, se espera algún transporte o se enamoran las parejas. 
Se ubica en un sitio por el que circulan muchos vehículos y, en ocasiones, es escenario de homenajes y actos. Es un punto de referencia y encuentro para los bayameses y, a veces, para los que no forman parte de la cotidianidad de la urbe.
En el lugar se observa una estatua en bronce del Mayor General Francisco Vicente Aguilera, las representaciones de más de treinta próceres de la Guerra Grande (1868-1878), un monumento dedicado al poeta bayamés José Joaquín Palma y una edificación hecha con ladrillos cuya arquitectura y colores, entre rojo y negro, advierten el paso de los años.
Por un tiempo este lugar se cubrió de maleza y quedó en el olvido. Pero luego fue un pedazo viejo reconocido por sus pobladores en un lugar nuevo reconstruido a mediados del siglo xx y el nombre que recibió fue Retablo de los Héroes.
Se sitúa en el parque San Juan y se transforma en una fuente para beber parte de la historia de la ciudad. Allí se construyó el cementerio San Juan Evangelista fundado un 5 de enero de 1798 y primero al aire libre de Cuba; el pórtico de este camposanto, otrora torre del campanario de la iglesia San Juan Evangelista, es hoy una identificación de la urbe y se emplea como logotipo de la Conferencia Internacional de los Pueblos y Cultura celebrada en Bayamo.
Asimismo, queda como parte de la antigua necrópolis un monumento con base rectangular de mármol gris, que posee la inscripción en su parte frontal en bajo relieve en la que puede leerse “Homenaje del Consejo Provincial de Oriente al Ilustre Patricio Francisco Vicente Aguilera Año de 1810”, sentada encima, una mediana figura femenina con cabeza reclinada, que a suponer por su rostro parece que se lamenta; sobre esa madonna, un bayamés, que habita en Santiago de Cuba, comentaba que al ser el cementerio un espacio desierto los niños del barrio jugaban allí, una mañana el grupo habitual se reunió y provocó una lluvia de piedras que tuvo como consecuencia la pérdida de la cabeza de la esfigie.
Luz Vázquez y Moreno, Candelaria Figueredo Vázquez (Canducha), Adriana del Castillo Vázquez, Pedro Maceo Chamorro, Lucas del Castillo Moreno, José Joaquín Palma, José M. Izaguirre e Izaguirre, Juan Clemente Zenea y Fornaris, Luis Marcano Alvarez y Manuel Capote Sosa, son algunos de los héroes cuyos rostros pueden apreciarse en el lugar. Todos dignos de reconocimiento por entregar el tiempo, la riqueza, el pensamiento y la obra, por la libertad de la patria.
Quedan deudas por saldar, ahí se puede enseñar y aprender, un poco más, de la existencia de la antigua población de forma distinta, acogedora y viéndola en los muros, las estatuas o tarjas.
Actualmente, el Retablo de los Héroes es sitio para considerar de importancia, es espacio para rendir respeto a ilustres y también para reflexionar sobre el cuidado del patrimonio tangible e intangible de Bayamo. Es parte de los recuerdos y de una ciudad que se impone con más de cinco siglos de vida para ser valorada y querida por quienes la habitan.

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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2017
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